Sal 53:1 El necio ha dicho en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, han cometido injusticias abominables; no hay quien haga el bien. (LBLA)
¿Qué tiene que ver Dios en el noviazgo o en el manejo de tu dinero o en el tipo de amistades o en mis gustos y aficiones? Algunos jóvenes han comentado que no hay que meter a Dios en estas cosas.
Por supuesto que no desean meter a Dios porque es incómodo pensar en un Dios que todo lo sabe de ti. que conoce tus pensamiento más íntimos y lo que haces, a dondequiera que vayas ahí está y te recuerda que estás actuando mal. (Salmo 139)
Por esa razón algunas personas desean sacar a Dios de sus vidas. Pretender ignorarlo y cerrar su ojos, oídos y corazón a a la idea de Dios.
Este es un producto del pensamiento postmoderno que ha permeado hasta las mismas filas de las iglesias tradicionales –incluyendo la católica- . Leyendo los comentarios de los lectores de este blog se encuentra que algunos afirman “soy católico y no creo que debas meter a dios (SIC) en esto” .
Es también un producto del descuido de ministros –llámese pastor, apóstol, sacerdote- por inculcar en la juventud la fe en el Dios vivo y verdadero. En su lugar se prefiere convertir la vida cristiana en una mezcla de pensamientos e ideas que provienen de filósofos, psicólogos, naturalistas, y estrellas del deporte, el entretenimiento etc. en lugar de transmitir la ley de Dios.
El cristianismo se ha vuelto “light”, el mensaje se ha diluido con frases que lejos de acercar a la persona a Dios los acerca a un positivismo del hoy y el ahora. en lugar de poner a Dios en primer lugar, ponen a la persona como el centro del universo.
Es también un producto de la mercadotecnia y el control de las masas por los medios de información que estimulan el consumismo, la satisfacción personal , que promueven el placer de lo carnal y desdeñan lo espiritual.
Yo también quise dejara a Dios fuera de mi vida, pero un día me di cuenta que algo faltaba y acepté que lo único que podía llenar ese vacío era Jesucristo, creí que su muerte en la cruz no era un mito sino una realidad y le confesé mi pecado. Tenía solamente 15 años y no me arrepiento de haberlo hecho.